Cuando siento esta brisa fresquita de las noches
primaverales, después de un día de mucho sol, me acuerdo de aquellas otras
noches en las que andaba en remera y bombacha por tu cocina, preparándote alguna
comida rica para que cuando comieras dijeras “mmm, me encanta como cocinas,
bonita” y yo sonriera muy satisfecha cual Susanita…
Andaba así, en remera y bombacha por tu lado, y no me
importaban mis celulitis, ni mis imperceptibles tetas. No, nada de eso me
importaba porque te tenía a mi lado y estaba casi segura de que me querías, de
que estabas enamorado de mi.
Digo “casi segura” porque nunca estuve segura del todo. Y
eso me torturaba día tras día. Porque si, sabía que en algún momento me
quisiste, pero nunca pude darme cuenta cuándo fue el momento en que dejaste de
hacerlo y pasé a ser una mera compañía. No me di cuenta o no quise tal vez. Así
de caprichoso y ciego puede ser mi corazón.
Creí que con mi amor bastaba; que ese amor infinito que
sentía por vos podía contra todo… pero como me equivoqué… Ahora paso los días pensándote
y las horas de terapia tratando de encontrar cual fue el error, dónde está la
veta de mi inconsciente que me hizo ser así…
Y esta brisa de noche de primavera me hace una ensalada de
recuerdos en el pecho, y se me agolpan en la garganta y en los ojos… veo cada
momento pasar frente a mi como una peli que me sé de memoria…
Pero sigo, siempre para adelante.
Ahora ando en bombacha sola, en mi casa y no me preocupo por
que a alguien le guste mi comida ni tengo planes Susanita, y no me interesa
tampoco tener celulitis.